Resumen
Descubrir y construir, han sido los grandes retos que hemos tenido los seres humanos a lo largo de la historia.
Para hacerlo, ha sido y es necesario, comprender, es decir “entender el sentido” de las cosas, los mensajes, las
emociones, los sentimientos, las palabras y todo lo que nos rodea. Lao-Tsé el gran maestro chino expresaba
que “una vasija puede ser muy bella, bien ornamentada, grande o pequeña, pero que su real y verdadera utilidad
radica en su vacío”. La arquitectura como la vasija es continente del espacio al que la vida del usuario le
dará sentido y significado. Sigmund Freud por su parte postulaba, que la vivienda del hombre es “la resignificación
del seno materno”, al cual se añora, al que se quisiera volver, por el sentido de placer, seguridad y
protección. De allí que habitar el espacio construido necesariamente tiene que vincularse con lo utilitario (protección),
y lo sensorial (placer), la belleza y la utilidad juntas, unidas e inseparables en la arquitectura. Por ello
debemos reparar en nuestras percepciones del espacio, y en generar una arquitectura de y para los sentidos, en
donde seamos capaces de entender el silencio del vacío y escuchar la voz que lo contiene.