Resumen
La mirada de lo cotidiano, volver al asombro:
Una mirada, muchas miradas, tantas como habitantes, circundan el lugar y el territorio donde viven. Cada una de ellas es particular, tan particular como la experiencia de vida de cada uno. Caminamos por senderos, en los prados, en los páramos, en la selva tupida o por la arena fina o pedregosa de la costa, una y otra vez, generación tras generación, hasta el punto que todo se vuelve tan cotidiano que dejamos de observar, pero igual, el paisaje sigue cambiando.
Muchas veces la premura de la sobrevivencia, el automatismo del recorrido hecho mil veces, pueden interpones interponer sus armas para que nuestro asombro mengüe; esto es casi una renuncia a la vida, cuando cerramos nuestros sentidos a la percepción y al descubrimiento, porque perdemos de vista que todo va mutando, las personas y las cosas van cambiando, proceso que debería invocarnos al diálogo permanente con todo lo que nos rodea, con la naturaleza, lo humano y su cultura.
Si un sonido, un color, una textura, el olor de la arboleda, el jardín con nuevas flores atraen nuestra mirada significa que estamos vivos, que somos capaces de sentir que la vida se está haciendo todo el tiempo y en esa vida, por supuesto, también estamos cada uno de nosotros.