Línea imaginaria
La poética de la geografía nos lleva a encontrar diversos sentidos al espacio donde se desarrolla nuestra vida, al paisaje, al campo, a la ciudad, a la Sierra, a la Costa, al mar, a la floresta, a la memoria o a la cultura.
Bien podemos referirnos a un espacio real o a un espacio imaginario, a un lugar del cual se tiene una localización espacial, temporal y precisa; o a un espacio imaginado que nace de nuestra percepción, mitología, historia o construcción poética.
El ámbito geográfico es la piel y, a la vez, la profundidad de nuestro planeta, superficie terrestre, espacio habitable, accesible, comprensible y concreto. Esta piel está viva y se conecta con su centro, se mueve, estalla, se manifiesta, se modifica continuamente. Cada porción del espacio natural, tiene marcado en sí, el presente y el pasado. Pero también es un espacio percibido y sentido por el habitante o por el científico que es capaz de entender sistemas y generar pensamientos a partir de su estudio.
Caminar entre dos hemisferios es privilegio de pocos, como caminar por la cornisa terrestre. En el siglo XVIII la verdadera forma de la Tierra era motivo de hipótesis, luego gracias a las mediciones hechas en este territorio supimos que Newton tenía razón, que la Tierra, por el movimiento de rotación, es achatada en los polos.
Nuestra línea imaginaria significa mucho, porque, en el ecuador del planeta, el Sol y las estrellas tardan el mismo tiempo en estar por encima del horizonte que por debajo.
La geografía nos llevó a llamarnos como se llama una línea imaginaria, pero no cualquier línea, la palabra “ecuador” significa “línea de la igualdad”. Desde antes, pero también desde entonces construimos una identidad, tratando de no olvidar que por esta tierra había pasado una historia gigante que quedó marcada a fuego por los antepasados. Los Geodésicos Franceses descubrieron la mitad del mundo para el resto del planeta, aquí ya estaba descubierta.
Así la geografía nos ubica como un referente, porque las líneas imaginarias, son líneas que nos ayudan a ubicarnos en la Tierra y, aunque sólo están presentes en los mapas, nosotros podemos vivir cotidianamente con la nuestra, porque nos apropiamos de su nombre y así nos hicimos universales.
Por eso decimos que Ecuador es un país particularmente marcado por su condición geográfica, por sus orígenes históricos y sus procesos evolutivos, quizás más que muchos otros en el contexto planetario.
En lo microscópico y en lo inmenso, es un país de mil historias que, aunque parecen fantásticas, son reales. Desde animales que los vemos en películas como si fuesen ciencia ficción, hasta pueblos que quedan arriba de las nubes; desde plantas que soñamos que nos curan hasta descubrimientos imposibles para su tiempo... así es este territorio.
País de soles que se esconden bajo las sombras cuando nadie los espera, de tradiciones que se mezclan en el tiempo haciendo realidad las más remotas fantasías. En el Ecuador los mitos y las leyendas cobran vida, levantan catedrales y parten al mundo en dos.
Línea imaginaria que nos surca, nos ubica, nos identifica, que da lugar a que lo fantástico sea real, que la leyenda sea historia verídica, que el descubrimiento asombre porque parece imposible.
Ecuador, país de primavera, de semillas y de plantas, de vínculos ancestrales, de soles de maíz, de esperanzas, país de mil pájaros cantando, de nubes que se atreven a las cimas, de colibríes bailando alocados, de mares con raíces hasta el cielo, territorio azul, con poniente dorado, por tus venas pasa el magma de los tiempos.