Resumen
Arquitectura, empatía y tiempo
“Las casas deben ser lugares especiales dentro de otros lugares, el centro del mundo para sus habitantes y, sin embargo, cuidadosamente relacionadas con un lugar mayor al que pertenecen”.
Charles Moore en The Place of Houses
Diseñar significa tener una gran capacidad para entender los pensamientos y emociones ajenas, ponerse en el lugar de los demás, compartir sus sentimientos y comprender la forma como se expresan sus emociones.
No sería necesario que los arquitectos pasaran por las mismas vivencias y experiencias de sus clientes-usuarios para desarrollar espacios que les pertenezcan, sino que fueran capaces de captar los mensajes verbales y no verbales que la otra persona le quiere transmitir. La empatía no se trata de un don especial innato, sino de una cualidad que podemos desarrollar y potenciar.
Por otra parte, en la arquitectura igual que en la fotografía, el arquitecto estará presente. Esto no es una obviedad, aunque lo parezca, la obra de arquitectura nace de la creatividad del arquitecto, es él quien a partir de sus conocimientos e ideas la logra plasmar, aunque esté diseñando espacios que no son para su uso (necesariamente), ni se generaron a partir de sus necesidades ni aspiraciones. El arquitecto está tanto en el espacio que diseña como el fotógrafo en la fotografía que captura. Decimos que los grandes fotógrafos están inmersos en sus fotografías aunque no los podamos ver físicamente en ellas; el fotógrafo es partícipe del momento que captura, está allí retratado también como protagonista, igual que el arquitecto está en ese espacio que fue imaginado.
En cada una de las acciones que ejecuta el ser humano, por nimias o insignificantes que parezcan, se puede leer la impronta de él o los protagonistas. Cada obra es un registro de su existencia individual y de la existencia colectiva, en donde confluyen múltiples huellas. Esta presencia, ciertamente, incluye a todos los actores, y con particular fuerza también al que trabajó y colocó las piedras, los ladrillos o la madera, el constructor bajo el sol, y al usuario con sus necesidades y expectativas. Pero sin duda, en ese hecho arquitectónico hay símbolos precisos del pensamiento y vida del arquitecto, de un tiempo y una sociedad precisa y delimitada en la que está inserto.
La arquitectura es tanto un acto colectivo como individual, que sobrevivirá seguramente a todos los actores del momento de su creación, entonces, quedará como un testimonio, nos hablará de quienes la parieron, de la sociedad y del lugar, pero sobre todo del valor dado por el arquitecto al individuo, en tanto interpretó y reflejó sus necesidades, pensamientos, sensibilidad y pertenencia a su propio tiempo, y de cómo el arquitecto al hacerlo lo acompañó y colaboró en su habitar el mundo.
Rómulo Moya Peralta, arq.